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 El pueblo de Bajo Hondo

 

Bajo Hondo nació, como tantos otros pueblos, al conjuro del ferrocarril y como una necesidad de establecer en la inmensa llanura estaciones que sirvieran de punto de embarque, en especial, de los frutos del país.

 

Es el 1° de julio de 1897 cuando se empieza a hablar de la formación del pueblo de Bajo Hondo, anunciándose que para tal fin se ha subdividido una fracción de 2734 hectáreas en chacras, quintas y solares para formar el egido de un nuevo núcleo de población.

 

En el remate de chacras efectuado sobre las mismas, en agosto 14 del mismo año, se vendieron 32 fracciones, alcanzándose un promedio por hectárea de 33.78 pesos. Los primeros adquirentes fueron los señores M. Coria, T. Ferrandi, Luis Longhi, F. Aldaluz, M. Aspilla a, R. Castro, A. Augier y A. Matilhe.

 

El primer anuncio de venta de las tierras de Bajo Hondo, empezó a publicarse en julio de 1897 y decía así: "Agricultores, Ganaderos. Terrenos en la misma estación Bajo Hondo, del F. C. Sud. Vía Tres Arroyos Escriturado a favor de los señores Deytieux y Vidal, y puestos en posesión del terreno que tiene por centro a la estación Bajo Hondo, y conocido hasta la fecha por de don Augusto Flouron, pongo en conocimiento de los gremios ganadero y agrícola, que dichos señores, persuadidos de lo espléndido de estas tierras, ya sea para ganadería o agricultura, así como por lo próximo y potable de sus aguas, han resuelto ponerlas en venta, fraccionadas y al alcance de todos los bolsillos. Los señores que tengan interés en adquirir alguna chacra o fracción de terreno, diríjanse a mi casa, Estomba 93, donde se le darán todos los datos y se le dirán las condiciones de pago. — Juan Rufrancos."

 

Por su parte los señores Deytieux Hermanos, anunciaban: "Solares, quintas y chacras en la colonia Bajo Hondo, estación Ferro Carril Sud. Sin base, por cualquier precio. En Bahía Blanca, el domingo 31 de octubre de 1897, a las 3 y 30 de la tarde, en el gran salón del Hotel Liverpool, donde estará nuestra bandera, daremos principio a la venta absolutamente sin base y al mejor postor, de los terrenos que formarán la gran Colonia Agrícola de Bajo Hondo y que tiene por centro la estación del F. C. S. a Bahía Blanca, que lleva ese nombre, según puede verse por los planos en circulación. Situado a cuatro leguas de Puerto Belgrano y cinco del gran Puerto Mercantil de Bahía Blanca, lo que hace que sus productos se transporten casi de balde.

 

Se recomienda además por la feracidad de sus tierras y lo próximas y potables de sus aguas, cosas todas sobre las que llamamos la atención de los agricultores y especuladores en general. Las condiciones de pago son: 25 por ciento al firmar el boleto de compra y el resto en dos partes iguales a seis y doce meses de plazo con pagaré hipotecario, sin interés. Por planos e informes ocurran lo s interesados a nuestra casa en Chasmcomús. Los títulos son de primer orden."

 

Los terrenos de Bajo Hondo fueron delineados y amojonados en noviembre de 1897 por el agrimensor señor Fernández, y desde la misma fecha entraron en posesión de sus lotes los compradores.

 

Ya en este año de 1897 figura el lugar de Bajo Hondo, paso obligado para Tres arroyos, con dos negocios, los de los señores Francisco López y Francisco Sabrí.

 

Como una demostración de que los campos cercanos a Bajo Hondo estaban suficientemente poblados, baste señalar que en el año mencionado para la subdivisión de los solares, existía la escuela provincial No. 12 que en el mes de octubre estaba a cargo del maestro señor Juan B. Elósegui, que en 1900, era la N°. 15 y tenía una inscripción de 37 alumnos.

 

El día 6 de abril de 1910, los señores Guerrico y Williams vendieron en su casa de remates de Buenos Aires, 60 quintas, divididas en 276 lotes sobre la estación Bajo Hondo, en 60 mensualidades. Anunciaban que con pesos ocho mensuales se podía adquirir una quinta de 10.000 varas cuadradas. La base de venta era cinco centavos la vara.

 

Las tierras próximas a Bajo Hondo fueron prontamente reconocidas por su feracidad y en ellas los agricultores y ganaderos hallaron una compensación a sus esfuerzos. Poco a poco se formó un núcleo de población agrupada alrededor de la estación, y si no logró un crecimiento rápido fue debido a causas diversas en la venta de la tierra y a su proximidad con Bahía Blanca y Punta Alta, sobre todo esta última que absorbió una gran parte de su actividad comercial e industrial.

 

Como un recuerdo a los antiguos pobladores de Bajo Hondo, reproducimos algunos párrafos relativos a los mismos entre los cuales merece especial mención el señor Gustavo Coulembier.

 

Fue allá por el año 1882 cuando el señor Coulembier llegó de Bélgica, su país natal . Apenas desembarcado en Buenos Aires, volvió a embarcarse nuevamente en uno de los barcos que hacían la carrera a Bahía Blanca. Ya llegado a Bahía Blanca, monta a caballo con unos compañeros y se dirige hacia el Sauce Grande. No conociendo el país ni el idioma, anduvieron tres días perdidos por la llanura hasta que pudieron orientarse convenientemente. Sin embargo el paraje llenaba las aspiraciones del señor Coulembier, quien un año después de su llegada adquirió la primera superficie de tierra argentina, pagando por ella la suma de pesos 15 la hectárea, suma muy elevada en aquel entonces en que se desconfiaba de que los campos de la zona sirvieran para algo más que para criar ovejas.

 

Ya en 1904 "La Sidonia", la estancia del señor Coulembier, estaba dividida en cuatro lotes, alambrados, y dedicados a la agricultura en primer término. Eran arrendatarios de su campo los señores Lorenzo Aguirre, Augusto Montero y Andrés Larrañaga hermanos.

 

En el mismo año la cosecha se vendió así: trigo ruso, $ 7.10; trigo barleta, pesos 7.35; cebada, $ 4, y las arvejas a $ 20 los cien kilos.

 

Los ganaderos y agricultores que estaban radicados en los alrededores de Bajo Hondo, eran en el año 1900, los siguientes: Niel Black, que arrendaba 5 leguas de campo a Juan Hampson; Tomás Werley Birch, con 2 leguas propias; y una y media arrendadas a Bernasconi; Vareia y Linares, que arrendaban una legua y media; Manuel Ederra e Ignacio Zemborain arrendatarios de tres cuartos de legua a Santamarina; Viuda de Pablo Doglioli y Manuel Pasin, arrendatarios de tres cuartos de legua; Agustín Lafontaine, propietario de tres cuartos de legua, Jorge Moore, propietario de dos leguas y media, de quien era administrador el señor Arturo Wats, y que poseía animales de gran refinamiento; Ángel Bilbao, arrendatario de tres cuartos de legua, Juan Parodi, propietario de tres cuartos de legua; José Fiadarón, propietario de tres cuartos y arrendatario de dos leguas más; Manuel Castro, propietario de tres cuartos y arrendatario de una legua; Juan Orfila y Compañía, arrendatarios de seis leguas propiedad de Joaquín Amado y que criaban animales finos; Diego González, propietario de una legua y arrendando una y media; Diego Mac Corquodale, propietario de tres leguas; Diego Carruttecher, arrendatario de tres cuartos de legua; Pedro y Miguel Carmody, arrendatarios de una y media legua, Antonio Echarrain, propietario de tres cuartos de legua; Agustín G. Vera propietario de tres cuartos de legua; Antonio Goicoechea, propietario de un cuarto de legua; Miguel Osafrain, propietario de un cuarto de legua; Francisco López, propietario de media legua y Beltrán Salanove, propietario de tres cuartos de legua.

 

Como agricultores figuraban en el mismo año, los siguientes: Descampes y Hequet, 250 hectáreas; Rodolfo Roldán, 450; Francisco González 200; Pedro Poggi 400; Agustín Vera 230; Antinori y Ferrari 280; Luis Debates 250; José Pelais 250; Ángel Bilbao 150; Calabrés y Caravagno 400; Pedro Bassavella 450; José Odasso 400; Pellegrini y Alimenti 150; Fortunato López 50; Augusto Montero 300; Martín Iriarte 180; Mocken Hnos. 500; Francisco López 300, Gustavo Coulembier 200; Lorenzo Aguirre 250; Andrés Larrañaga 400; Antonio Goicochea 150; Juan Hampson 300.

 

Las casas de negocio que surtían a esta floreciente colonia, eran las de los señores Francisco Sabin, Frentzel Beyme, Francisco López y José Caviglia.

 

Con el transcurso de los años las grandes extensiones fueron parcelándose y mientras disminuían en cantidad los rebaños, aumentaban en la misma proporción las tierras destinadas al cultivo de cereales, siendo notables algunas de las cosechas levantadas en los campos de Bajo Hondo.

 


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